Los años de mi adolescencia y juventud fueron pasando sin ningún principio de moralidad ni temor del verdadero creador, porque nuestro ejemplo a seguir no tenia ni un poco de moralidad. Crecí viendo que el engaño era parte de la humanidad, viendo que embriagarse era natural y parte de una cultura religiosa. Al ver la naturalidad de cómo mis padres y amigos seguían las mismas costumbres, también desidia embarcarme en esa desdichada aventura.
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