La vida de confianza y dependencia en Dios de Jorge Müller es un gran testimonio de la bondad, fidelidad, poder y realidad de Dios. Y Dios, hoy, igualmente se mostrará a sí mismo a todo aquel que confíe en él.
La ejemplar vida de Jorge Müller, en cuanto a la fe y a la oración, no se puede acreditar a una crianza cristiana. Nació en 1805 en Prusia, y su niñez y juventud carecieron de enseñanza e influencia cristiana. No tuvo Biblia para leer. Su padre le daba a él y a su hermano demasiado dinero, considerando que eran solamente unos jóvenes: eso les permitió seguir en sus hábitos pecaminosos. Sin embargo, después de un tiempo, Jorge se propuso estudiar con empeño, y al fin llegó a aprender seis idiomas, incluyendo el hebreo, el latín y el griego.
Su padre le animó a ser ministro, puesto que eso le serviría a Jorge para darse una vida comodona, y así, cuando él se jubilase, podría vivir cómodamente con Jorge. Por lo tanto, Jorge comenzó a estudiar en un seminario teológico. Aunque era un estudiante religioso, no tenía conocimiento alguno del significado de la salvación, más bien continuaba su vida pecaminosa. Aunque sí, tenía deseos en su corazón de reformarse; pero sus esfuerzos para ese fin repetidamente fallaban.
El Cambio
Cuando tenía casi veinte años, fue invitado al hogar de unos creyentes, un sábado por la noche, para asistir a un culto de oración. La reunión consistía de lecturas bíblicas, oración y lectura de un sermón escrito. La misma dejó una gran impresión en Jorge, y se fue a su casa con gran gozo en su corazón. Dios había comenzado una obra de gracia en su corazón, y éste fue el comienzo de un cambio en su vida. Aunque no conquistó todos sus hábitos pecaminosos en este tiempo, su vida sí fue diferente desde ese entonces en adelante. Rompió las amistades pecaminosas, y comenzó a leer la Biblia y a orar.
Él amaba el compañerismo de los creyentes y lo buscaba dondequiera que fuera posible. A veces caminaba hasta veinte kilómetros para poder oír a predicadores santos. Sus condiscípulos se burlaban de él. Cuando le escribió a su padre y a su hermano acerca de la nueva felicidad que había encontrado, su padre se disgustó mucho.
Una nueva luz y la ayuda vinieron a Jorge cuando un profesor, quien era un verdadero creyente: el Dr. Tholuck, vino al seminario. También se reunía con otros estudiantes creyentes que tenían cultos todos los domingos por la noche. Dios usó todo esto para guiar al joven creyente en su camino. El deseo de vivir completamente para Dios creció en su corazón, y él comenzó ansiosamente a prepararse para el servicio del Señor y a orar en cuanto a saber la voluntad de Dios para su vida.
Con los consejos del Dr. Tholuck, quien era temeroso de Dios, Jorge aplicó para ir a las comunidades de los judíos como misionero. Pero le pidieron que fuera a estudiar a Londres por un período de seis meses, como un tiempo de prueba. Su padre estuvo de acuerdo que fuese, pero parecía que había un obstáculo, que no podía vencer: Los jóvenes de Prusia tenían que servir un tiempo en el ejército. Al ser examinado por un médico y declarado físicamente incapaz, Jorge fue exento de comenzar su entrenamiento en el ejército carnal, pero esto le dio la oportunidad de empezar su entrenamiento misionero.
Después de llegar a Londres y estudiar mucho, se puso tan mal de salud que le parecía a él que iba a morir. Pero oró, pidiendo saber la voluntad del Señor, y pronto comenzó a recobrarse. Luego, se fue al campo para recuperarse aun más; y allí, bajo las enseñanzas de un hermano consagrado a Dios, comenzó a comprender que él necesitaba depender más de la dirección del Espíritu Santo, especialmente en cuanto a prepararse para predicar. Con esto, comenzó a dejar a un lado los comentarios y otros libros, e invirtió más tiempo a la lectura y estudio único de la Palabra de Dios.
"El resultado de esto", él dijo, "fue que la primera tarde que me encerré en mi cuarto para entregarme a la oración y meditación sobre las Escrituras, a las pocas horas aprendí más de lo que había aprendido durante los varios meses anteriores. Pero la diferencia particular era que yo recibí genuinas fuerzas para mi alma, cumpliéndolo..."
Cuando regresó a Londres para estudiar, Jorge les sugirió a sus compañeros que se reuniesen por las mañanas, de las seis a las ocho, para orar y leer las Escrituras, y para compartir lo que el Señor les estaba mostrando. Él relató que varias veces, en las tardes, después de un tiempo de devocional, encontró "una comunión tan dulce con Dios" que siguió orando hasta la medianoche, y, luego fue al cuarto de otro hermano, donde pasaron como dos horas en oración. Estando así, demasiado lleno de gozo para dormir, se quedaba despierto hasta las seis de la mañana, para orar con sus condiscípulos.
Su salud comenzó a empeorar otra vez, y sintió que no debía gastar más tiempo estudiando, sino que debía comenzar a servirle al Señor. Fue así, como comenzó a ministrar a los judíos que vivían en Londres y le fue relevada su obligación de servir en la sociedad de los misioneros, para que así pudiese servir a Dios según Él lo guiara. (continura)
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