Buscando
fotos de mi hijo menor encontré a tres niños que eran buenos amigos. Ellos llegaban
fielmente todos los sábados al club de niños y a la Escuela Dominical, cuando
la iglesia comenzó.
Haciendo
memoria, recuerdo haber pasado con ellos caminando y visitando a otros niños
del barrio donde Vivían. Fueron tiempos de mucho gozo y alegría porque sus
risas y travesuras nos motivaron a buscarlos, amarlos y servirles.
El
niño de la derecha se llama “Nelson”, no le gustaba estudiar, pero si le
gustaba venir a la iglesia. Un año no quisieron aceptarlo en la
escuela donde él estudiaba porque no ponía atención a las clases y no tenía los
útiles completos. Haciendo un esfuerzo apoyamos para su matrícula y la compra
de la lista de útiles escolares para que asista a la escuela.
Pienso ¿Qué será de estos niños? ¿Cómo perdí el
contacto con ellos? Esos años de ministerio fueron llenos de retos y desafíos. El
trabajo en la confección me quitaba tiempo para poder discipular y entrenar a
esos pequeños y sus padres. Mi labor era doble, después de trabajar diez horas
al día en la confección, llegaba a casa y luego a visitar y evangelizar.
Fueron años de siembra y lágrimas pero confió en que la Palabra del Señor no vuelva bacía. Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:11.
Fueron años de siembra y lágrimas pero confió en que la Palabra del Señor no vuelva bacía. Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Isaías 55:11.
Oro, que Dios los conserve bien y llenos de salud, pero sobre todo que sigan el camino del
Señor.
Amigos, la semilla que fue sembrada en vuestros corazones dará fruto, alaben a Dios y denle la gloria porque Él es el todo para nosotros.
Donde estén sirvan a Dios.
Cristóbal
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